Conmemoración de los fieles Difuntos ¿Cuál es su historia?
DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS ¿CUAL ES SU HISTORIA?
Luego se halla en el martirologio de San Protadio de Besançon (1053-66).
El obispo Otrico (1120-25) la introdujo en Milán para el 15 de octubre.
En España, Portugal y América Latina es tradicional que los sacerdotes en este día celebren tres Misas. Una concesión similar para todo el mundo fue solicitada al Papa León XIII. No la concedió pero ordenó un Réquiem especial el domingo 30 de septiembre de 1888, su idea fue adoptada por Roma en el siglo XVI y de ahí se difundió al mundo entero hasta ser aceptado como fecha en la que la Iglesia lo celebra.
Fue en un primer momento el Papa Benedicto XIV que entre los años 1740 y 1754, quien prácticamente estableció esta conmemoración de manera casi oficial, porque concedió a los obispos y sacerdotes la celebración de tres Misas ese día, para orar por la memoria de los fieles difuntos.
El Papa Benedicto XV en 1915, la estableció de forma oficial a toda la Iglesia Universal.
En el rito griego esta conmemoración se celebra en la víspera del domingo de sexagésima, o en la víspera de Pentecostés.
BASE TEOLÓGICA DE ESTA CONMEMORACIÓN
La base teológica de la fiesta es la doctrina de que las almas al salir del cuerpo no están perfectamente limpias de pecados veniales o no han reparado totalmente las transgresiones del pasado, son privadas de la visión beatífica, y que los creyentes en la tierra pueden ayudarles con las oraciones, la limosna y sobre todo por el Sacrificio de la Misa. La celebración del día de los difuntos es una expresión más del dogma que rezamos en el Credo llamado la “Comunión de los santos”, por el cual, los méritos y sufragios de los miembros de la comunidad pueden ser benéficos para los demás.
San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, pasan después de su muerte por un proceso de purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).
La Iglesia llama "Purgatorio" a esa purificación (de la cual habla los concilios de Florencia y Trento); y para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).
Recordemos lo que dice el Libro del Apocalipsis “al cielo no entrará nada manchado” Ap. 21, 27, por ello es deber nuestro orar y ofrecer sufragios por sus almas, para que sus faltas sean perdonadas y puedan entrar a la gloria eterna. La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”. (CEC 1479)
CONSIDERACIONES
Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.
Ayudemos a los que han partido y ofrezcamos nuestras plegarias por ellos.
Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor, los muertos rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.
Ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras.
El Papa Francisco en la Misa que ofició en el cementerio de Roma en 2014 afirmaba que: “El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios."
"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios." -San Agustín
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